28°. Pico y pala

Mi última cita me recordó un poema japonés escrito por una mujer, Yosano Akiko, hace más de 100 años: "De los innumerables escalones que conducen a mi corazón él subió tan sólo quizá dos o tres"
Sólo que en mi caso, el caballero no tenía que subir escaleras, sino simplemente tomarse un taxi. La noche anterior me había invitado a comer sushi y como el restaurante quedaba cerca de su hotel (estaba en la ciudad por trabajo) en la otra punta de donde yo vivo, accedí a pasar a buscarlo. Cuando llego, el restaurante quedaba “en” el hotel. Supuestamente el mejor sushi de la ciudad. Digamos que me quedé un poco extrañada, la zona del hotel es divina y pensé: ¿quedarnos en esta mole de cemento sólo por comer el mejor sushi? El muchacho reconoció que la elección se debía también a cierta comodidad de su parte. Claro, él nomás tomó el ascensor, bajó al lobby y listo. Yo en cambio tuve que atravesar toda la ciudad en 10 centímetros de taco y un saco divino, pantalones ajustados, etc. Cuando me vio en el lobby, me saludó casualmente y no dijo más: qué linda que estás, te ves bien, esas boludeces que a veces se dicen con sinceridad, otras por pura cortesía. Éste no dijo nada. Un comentario exclusivo para los hombres acá: si creen que las mujeres después de horas de trabajar, mágicamente aparecemos hechas unas especies de diosas… es porque laburamos para vernos así! Lo menos que una espera es: te ves bien. Gracias, vos también. Y a otra cosa mariposa.
Que conste en actas que yo no soy una muchacha histérica, de alto mantenimiento, o que pretende la alfombra roja cuando la invitan a salir. Me conformo que un poco de caballerosidad, una buena charla y una buena pizza.
Cuando nos fuimos a sentar, él ni atinó a moverme la silla. El mesero se la corrió a él primero, intuyo que captó que sería quien pagaría la cuenta. Yo tuve que arrastrar solita mi alma un mamotreto de madera maciza que pesaba un chin… Pero nada, como dije, no tengo aires de diva, ni creo que ser caballero pase por ciertas cosas, pero cuando empezás a sumar… Y el chico siguió aportando. Yo prefería tomar vino en vez de cerveza pero él sí quería. He hizo toda una escena con el sommelier cuando nos recomendaba vino, para que terminásemos tomando cerveza. Así que salió asahi que es muy rica. El sushi distaba mucho de ser el mejor de la ciudad, si lo había sido antaño, ya no. Lo que no ayudó… Empezamos a hablar de esto y de aquello, él de su divorcio porque su mujer no aceptaba que viajara mucho por trabajo, de sus hijas, de que había tenido que vender su moto cuando nació la segunda. En eso saca su celular y me muestra una foto. Soy media transparente y no pude evitar mi cara de incredulidad cuando la imagen era la de su amada Harley Davidson contra el mar del pacífico. Le dije sin filtro: pensé que me ibas a mostrar una foto de tus hijas. Creo que captó mi perplejidad y en seguida la buscó. Otro punto más. También comentó que las mujeres argentinas éramos muy demandantes y que no permitíamos que los hombres se divirtieran… Este comentario solo valió por diez puntos… o más. Tal vez veinte.
Después de pagar la cuenta (la empresa la pagó), me invitó a tomar algo… al lobby del hotel! Una puede justificar todo: ok, estaba cansado, tenía jet lag, pero… vas sumando, aunque no quieras. ¿De eso se tratan las primeras citas: vas armando una especie de lista mental con los sí y los no, y al final de la noche hacés el cálculo? ¿Es algo tan frío? ¿Y la piel? Supongo que si hay piel, química o como quieran llamarlo, la ponés en la lista de los sí… ¿Pero cuánta piel tenés que sentir para contrarrestar una larga lista de no? Tal vez si es sólo por una noche, el famoso “one night stand”, podés obviar los no, y darle al químico sí, sin prejuicios… pero sobre este tema, hablaré en otro momento, porque a veces, por esas noches únicas, quedás enganchada a un tipo que de antemano, sin sexo de por medio, jamás te hubieras enganchado.
Bueno, reflexiones aparte, la cita siguió así: al final de la cena, me preguntó que hacía al otro día, quería invitarme a cenar porque tenía la noche libre. Cuando me llamó el plan había cambiado, tenía una cena con amigos y quería que yo lo buscara al final de su cena, que otra vez quedaba cerca de su hotel. Era un martes a la noche y llovía. Le dije, sabes qué, es tarde, mañana trabajo y además si querés ir a cenar con tus amigos, por mi todo bien, pero si querés verme después por qué mejor no te tomás un taxi y venís vos para mi lado. Hubieron unos segundos de silencio en la línea… y me dijo, ok, si puedo cancelar la cena te mando un mail. Le dije que no cancelara nada, que hiciera lo que tenía ganas. Igual, la frase sola: “te mando un mail” ya era pronóstico de lo que venía. Y así fue: a los cinco minutos me escribe diciendo que no había podido cancelar y que si no se había tarde nos veíamos… entendiendo por eso que la que se iba a tener que tomar el taxi era yo, otra vez.
Una puede pensar que me quería cerca del hotel por razones obvias, pero no lo creo. Presiento que simplemente era un cómodo. Si las cosas le iban de acuerdo a su deseo, y sin mucho esfuerzo de su lado, entonces, ok, él feliz. Ahora, si implicaba un poco más de laburo y menos diversión, adiós.
Como dije antes, no soy muy demandante (en esa área, en otras, em, lo estoy hablando con mi terapeuta) pero lo mínimo, en una primera o segunda cita, es que el tipo labure un poco. Si es así ahora, imaginate en 6 meses!
Muchachos: pico y pala, nada más. ¿Acaso no era que a ustedes les gusta cazar? Y no es que tengan que salir a matar un mamut con lanzas… tan sólo un: estás linda, la pasé bien, te paso a buscar, anoche te tomaste vos un taxi, hoy lo tomo yo... Esas cosas. A las mujeres nos gusta que nos cortejen, y si nos salen a cazar y hay interés de nuestro lado, seguro que no vamos a correr taaan rápido, así nos alcanzan. 
De todas maneras, tal vez el tipo no tenía tanto interés, si se daba según sus planes, ok, y sino, no. Y yo, debo reconocerlo, en otro momento de mi vida, y si hubiera habido muuucha química, me iba hasta corriendo a su hotel... pero los años pasan para algo. Ahora sólo juego al juego de las citas si la lista de los sí supera a la de los no. Sino, prefiero quedarme en casa, con una buena película, un buen vino y mucho chocolate.

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