36°. Eje

El sábado en la milonga, con una amiga nos preguntábamos por ese fenómeno que nos ocurre a muchas mujeres cuando nos enamoramos y empezamos a salir con un caballero: perdemos por completo la cabeza. Un hombre del que hasta hace no más de un mes no sabíamos de su existencia, de golpe se convierte en el ser más importante del Universo, y por él postergamos todo: amigos, laburo, lo que venga!
Ok, por un lado está la influencia del combo dopamina/adrenalina/endorfinas/oxitocina que invade nuestro cerebro cuando nos enamoramos, ¿pero la razón es sólo “química”? Me cuesta creerlo. En muchos casos no es así, muchas mujeres parecen poder mantener su eje cuando están en un “estado de a dos”, pero otras (y me incluyo) no.
Mi amiga me dijo: “ojo que cuando bailás con un mal bailarín que te saca de eje, no hay cómo mantener tu centro”. Y eso es verdad, muchas veces se unen dos que son la peor combinación posible, por ejemplo un fóbico con una obsesiva o una evasiva con un ansioso. En ese caso, digamos que la cosa es compartida, porque ahí se juntan el hambre y las ganas de comer.
Pero prefiero pensar en “uno”, en lo que uno hace o puede hacer para no salirse por completo de su eje y quedar orbitando como satélite enano alrededor de un planeta.
Tal vez las causas pueden ser complejas y encuentren su raíz en la herencia genética, cultural, sumada a la historia personal de cada una, en cómo influyeron sus relaciones primarias, los modelos de pareja que conoció, etc., pero la solución parecería ser simple: accionar.
Seguir con acciones autónomas y por fuera de la pareja, para no quedar adosada, fundida al otro. ¿Qué acciones? ¡Lo que sea que hacías antes! Ver a tus amigos, no dejar de priorizar tu laburo, tomar clases de baile, seguir yendo al gimnasio, al cine, etc. Si uno mantiene su autonomía, pasan varias cosas: el otro no se siente asfixiado (y vos tampoco); la pareja se enriquece porque tenés tu mundo íntimo para compartir con el otro. Sino, corrés el riesgo de ser como un potus, ahí puesto sin vida propia, o como un perro que se come la cola, agotado y girando en falso hasta el fin. Y también, razón no menor, porque si la cosa no funciona, si se termina la relación, tenés tu propia vida para seguir adelante.

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