39°. San Valentín
El día de San Valentín el único regalo que
recibí fue de mi antivirus AVG. Prendí temprano la computadora para laburar y
ahí estaba. ¡Un mensaje del antivirus por San Valentín! Mi plan para ese día
era pasarlo sola, y por alguna razón me empecé a sentir mal, incómoda, y eso me
puso a pensar y repensar en mi soltería. Ese mismo sábado, mi amiga Marcela
Paturzo me envió la nota de una chica que al llegar a los 30 se había suicidado
por no estar casada, como era su meta... Estaba de novia, pero no “casada”.
Mi amiga, soltera como yo, me dijo: ¿y yo con 40, qué tengo que hacer?
Seguramente la treintañera suicida haya decidido pasar a otro mundo no por la
falta de amor (dado estaba de novia) sino por algún trastorno previo. Sin
embargo, esto también me dejó pensando.
Estamos bombardeados por mandatos (tanto
internos como externos), los deberías ser más, deberías tener más, deberías
logar más... (Y en “más” pongan lo que les guste: amor, dinero, trabajo,
pareja, éxito, sexo, juventud, reconocimiento). Y creo que estaría bueno
respirar hondo y relajarnos un poco... Así como escucho personas solas que
añoran estar en pareja, tengo amigas que me dicen: qué suerte que tenés vos que
estás libre! Parece como si nadie estuviera del todo feliz con su situación...
Situación que es producto de las elecciones que tomamos en nuestra vida. Y tal
vez esa sea la cuestión (o parte de ella). La elección. Siempre elegimos. El
tema es cómo: si lo hacemos desde la obligación (consciente o inconsciente) de
seguir mandatos, o si elegimos lo que realmente queremos. Tal vez seríamos más
honestos y felices si nuestras elecciones nacieran de lo que realmente
deseamos/necesitamos. Y entonces, actuáramos desde ahí. Por mi parte, ese
sábado de San Valentín decidí pasarlo abrazada a mi gata Merlina, bebiendo una
buena copa de vino y viendo The Killing. Y lo pasé bomba.