59°. Love is in the air

En el consultorio del dentista me topé con una de esas revistas de novias tamaño enciclopedia británica. La hojeé un poco y me abrumé. Nunca me imaginé vestida de novia entrando a la Iglesia adornada de flores con mi novio esperándome en el altar. Nunca soñé con eso. Sin embargo, creo en la pareja como en la vida extraterrestre. Y ciertamente I want to believe que algún día se me dará a mí. No sé si será para siempre (¿existe? ¿hace falta?), pero sí sé que será una pareja con sentido, que durará mientras tenga sentido. 
Aunque románticas, siempre me hicieron ruido frases como “vos me completás”, “sin vos no puedo vivir”, “sos mi media naranja”, porque me parecen un poco peligrosas. Dan a entender que uno mismo, en su soledad, está incompleto, o fallado, que funciona mejor si hay un otro. Y esto no es así. Lo mismo sucede con la idea descabellada de que existe un único ser especial para cada persona. Somos más de siete mil millones de humanos en este planeta. Decime si de verdad se sostiene eso de que hay un “the one” para vos solo y nadie más. ¿Y si no lo encontrás? ¿Y si se te muere? Qué cruel y retorcido sería eso llamado amor. 
Apliquemos la lógica, la estadística. El sentido común. Amor. Parejas. Podés tener una, dos, tres, X. Pueden ser para toda la vida o por dos meses, tres años, cincuenta. Pueden ser monógamas, abiertas, a lunares. Lo que a cada uno le cierre y sea honesto con su esencia. Si querés monogamia por 50 años, perfecto. ¿Querés poliamor? Dale. ¿Casarte? Invitame a la boda. ¿Convivencia con libreta, sin libreta? Sé feliz.
Pero volviendo a la revista tamaño guía-telefónica-todo-para-la-novia: aunque jamás haya tenido ese berretín, sí me ilusiona el pedido de mano... Después de todo, y muy en el fondo, soy una romántica perdida. Es más, en las películas es el momento que más me emociona. Me hace sentir toda rosa y suave por dentro, como rellena de algodón de azúcar. 
Hace poco presencié (yo y miles de personas más) una curiosa propuesta de matrimonio. Fue en San Diego, USA. Estábamos con mi amiga Poly en la playa tomando sol y mucho viento, cuando vimos aparecer en el cielo turquesa una avioneta a chorro. El avioncito daba vueltas y vueltas dibujando figuras en el aire, que paulatinamente formaron esta frase: “Mónica, will you marry me?” Con Poly nos miramos entusiasmadas, era para comprar pochoclos y alquilar balcones! La avioneta luego desapareció en el horizonte dejando a toda la playa intrigada, mirando para arriba a la espera, mientras las letras se iban esfumando lentamente. De golpe pensé en todos los tipos que estaban en ese momento tirados en la arena junto a una novia llamada “Mónica”… ¿Cuántos habría? Deben de haber estado sudando la gota gorda! La de equívocos que debe haber generado ese avioncito, que a los quince minutos regresó para escribir: “She said yes”. En la playa la gente empezó a aplaudir enloquecida. Al escribir esto, yo misma quiero aplaudir. (Enloquecida no, porque mi gata duerme y no quiero despertarla).
La propuesta de casamiento... No por el casamiento en sí, no sé si quiero la formalidad del papel, o sí. No lo sé. Pero sí el proyecto de formar una pareja. Y me gustaría que la propuesta surgiera de los dos. Al mismo tiempo, los dos pidiéndonos la mano. A la par. Dos avioncitos a chorro escribiendo en el cielo: ¿te casarías conmigo?

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